RITOS INICIALES

 

Los Ritos iniciales, a pesar de no pertenecer a los elementos fundamentales de la celebración y de no haber formado siempre parte de la misma, son muy importantes de cara a conseguir la adecuada disposición de los asistentes así como su activa participación en el conjunto de la celebración. Una vez que hemos entrado en el lugar físico de la celebración, se trata de “entrar” en la celebración misma. Para poder celebrar adecuadamente es necesario que nos sintamos “asamblea” y no un grupo anónimo de personas a las que ni conocemos ni saludamos. Tenemos que sentirnos “comunidad” unida por el Espíritu, al que invocamos en el saludo trinitario del presidente de la celebración: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…”. Los Ritos iniciales ─pues son varios─, son como el pórtico de nuestra celebración. Hay que verlos no sólo como preparación sino como anticipo de lo que va a ser la celebración en su parte más central o Liturgia Eucarística. Puede decirse que introducen a la Liturgia de la Palabra y preludian global mente toda la celebración en lo que ésta tiene de gozosa celebración de la presencia del Señor, aclamación de su misericordia, alabanza agradecida de su grandeza y de su obra salvadora.

 

Para conseguir esto es necesario implicarse personalmente, lo que exige esfuerzo y, por supuesto, respetar la puntualidad y el ritmo de la celebración. No basta con llegar “a tiempo” al inicio de la celebración; es muy importante llegar “con tiempo” suficiente para disponernos física y espiritualmente con nuestra actitud sosegada a lo que vamos a celebrar. Llegar tarde no sólo nos hace entrar atropelladamente en la celebración, sino que manifiesta una falta de respeto hacia el conjunto de la asamblea que se dispone a celebrar el misterio de amor más grande que Dios nos ha entregado en su hijo Jesucristo, y hacia el mismo Señor que “nos llama y nos reúne”.