SEÑOR, TEN PIEDAD (KYRIE, ELEISON)

El Acto penitencial es una novedad del Misal actual. No hay testimonios acerca del mismo en la tradición litúrgica, ni oriental ni occidental. El Confiteor del comienzo de la Misa en el Misal de San Pío V no era en realidad un acto penitencial de la comunidad sino una devoción privada del celebrante que, como preparación al misterio que iba a celebrar lo rezaba cuando caminaba hacia el altar, o al pie del mismo, mientras se cantaba el Canto de entrada. Esto no quiere decir que no tenga su justificación en este momento de la celebración ya que el objetivo del Rito de entrada es lograr que los reunidos se sientan comunidad convocada y presidida por el Señor ante quien espontáneamente sentimos indignidad, pobreza y humilde llamada a la conversión. En el Acto penitencial del rito de entrada reconocemos esta doble realidad: la de nuestras limitaciones, nuestro pecado, y la de la gracia de Dios que quita el pecado del mundo y acoge a los pecadores y los sienta a su mesa.

Como conclusión del Acto penitencial, entre la procesión de entrada y la oración colecta conclusiva de los ritos iniciales, el Misal introduce la invocación “Señor, ten piedad”, o Kyrie, eleison, invocación que ni siquiera la liturgia romana tradujo al latín manteniendo su versión original en griego (la única que la liturgia pronunciaba en la lengua de los evangelios). Veamos su significado, importancia y tratamiento musical en el conjunto de la liturgia.

KYRIE, ELEISON

Kyrie, eleison es la súplica de algunos salmos: Misericordia, Señor, que desfallezco (Sal 6, 3); Señor, ten misericordia, sáname, porque he pecado contra ti… (Sal 40, 5); Misericordia, Señor, que estamos saciados de desprecios (Sal 122, 3). Pero es sobre todo la súplica que dirigen a Jesús los enfermos y necesitados del Evangelio: los ciegos (Mt 9, 27; 20, 30; Mc 10, 47; Lc 18, 38), los leprosos (Lc 17, 13), el padre del niño epiléptico (Mt 17, 15), la mujer cananea (Mt 15, 22), etc. Fuera del contexto bíblico sabemos que era una expresión utilizada para invocar la divinidad, por ejemplo, al dios Sol: Helie, Kyrie, eleison (Sol, Señor, ten piedad), o para aclamar al emperador romano o general victorioso cuando hacía su entrada triunfal en la ciudad.

Su uso en la liturgia está atestiguado desde el siglo IV. Se cuenta que al final de las Vísperas, un diácono expresaba una serie de peticiones por personas determinadas y, mientras decía los nombres de cada una, los niños repetían continuamente: Kyrie, eleison. En el siglo V pasa a la liturgia romana formando parte de la Misa primero como respuesta letánica a diversas peticiones y, más tarde, como aclamación independiente o canto autónomo que se repetía al comienzo de la Misa. A diferencia de la liturgia oriental que sólo invocaba con el Kyrie, la liturgia romana introdujo la costumbre de aclamar con la invocación Christie, lo cual dio lugar a interpretarlo con el tiempo en sentido trinitario: los tres primeros Kiries se dirigían al Padre, los tres Chistes al Hijo y los tres últimos Kiries al Espíritu Santo. Sin embargo, lo cierto es que su único sentido original era una aclamación cristológica.

En el Misal actual, el “Señor, ten piedad” es un canto con el que los fieles aclaman al Señor y piden su misericordia (OGMR 30). No es una aclamación exclusivamente penitencial. Se pide perdón, cierto, pero, sobre todo, se aclama al que perdona, al que murió y resucitó para el perdón de los pecados. No está excluida la petición de perdón para los pecados, pero ni el pecado es toda la miseria humana, para la que se busca misericordia, ni la petición de misericordia es toda la razón de ser del “Señor, ten piedad”, que es ante todo aclamación, homenaje, glorificación del Cristo Jesús a quien la resurrección ha constituido Kyrios, Señor victorioso.

 

TRATAMIENTO MUSICAL DE LOS KIRIES

Dado el carácter aclaratorio del “Señor, ten piedad”, su forma más indicada, su forma propia, es el canto. Así lo indica el Misal: «Un canto con el que los fieles aclaman al Señor.» (OGMR 30). Y, de suyo, un canto es para ser cantado aunque el Directorio litúrgico-pastoral dice: «Se canta o se recita.». Es verdad que puede haber ocasiones en las que no siendo posible cantarlo se prefiera prescindir del canto para no recargar en exceso un rito de entrada que es sólo introductorio. Pero también es verdad que si hay que prescindir de algún canto, en realidad el Kyrie exige menos la música que el Gloria aunque la costumbre sea precisamente la contraria, es decir, se canta más el Kyrie que el Gloria.

El tratamiento musical más recomendado para esta aclamación es la repetición letánica binaria. En esta forma, la melodía más aconsejable es aquella en que la respuesta del pueblo es idéntica a la invocación propuesta porque el pueblo tiende a repetir idénticamente el modelo. La forma binaria, o doble canto, pide también la intervención del grupo de cantores, o del solista, que, cantando la primera de cada una de las aclamaciones, facilita y promueve la respuesta del pueblo. No es función presidencial entonarlo. Sólo cuando no se canta puede ser conveniente que el sacerdote alterne con la asamblea. Cuando se canta, si hay alguien que pueda entonarlo (coro o solista), es preferible que no lo haga el que preside sino que, en ese momento, funda su voz con la de la asamblea de la que forma parte.

 

Por último, hay que recordar que no está prohibido cantarlo en su lengua original. El Directorio litúrgico-pastoral habla expresamente de ello y más de un pastoralista (L. Deis o J. Landazábal) se refieren a ello no sólo como posibilidad sino como algo conveniente, algo que tendría el significado ecuménico de unirnos con los cristianos orientales en una misma y antiquísima aclamación litúrgica.